las edades de la independencia
Cuando un bebé nace depende absolutamente de sus padres para
subsistir, los necesita imperiosamente. La altisima demanda que representa su
cuidado hace que muchas veces madres y padres estrenando función deseen que el
tiempo pase de prisa, que el bebé crezca
rápido, se preguntan cuándo podrá hacer solito tal o cual cosa, cuando podrán
dejar de cargarlo a upa, cuándo abandonará los pañales, o la teta, cuántas noches más sin dormir faltarán .
Así llega el tiempo en que
el bebé se desteta, empieza a comer solo, deja los pañales y además habla!, y
ya no necesita ser interpretado porque tiene su propia voz. Da los primeros
pasos y enseguida se suelta de las manos que lo sostienen para empezar a correr
y poco a poco alejarse. Luego va al baño sólo y hasta se rehusa a ser
acompañado. En las cosas de todos los
días y sin aviso previo empieza a cobrar autonomía e independencia. Los padres
se sorprenden por los cambios, se alegran y celebran los logros de su hijo, se
emocionan de verlo crecer, pero a la vez sienten cierta nostalgia por ese bebe
pequeñito que hasta ayer los necesitaba constantemente, y el corazón se les
estruja con una nueva pregunta: por qué
crecen tan rápido?
Que crezcan pero no tanto!
Todos los padres atraviesan esa ambivalencia: ansian que sus hijos
logren autonomía para recobrar su propia independencia, pero cuando lo hacen
también sufren, se desorientan, y asi como los sacudió su llegada al mundo, ahora
la anhelada autonomía los vuelve a poner en jaque y añoran aquello de lo que se
quejaban. Acaso sus hijos ya no los necesitan?! Claro que sí!, pero de otro
modo; ya no para sobrevivir, para que hagan por ellos lo que aun no logran por
sus propios medios, sino para acompañarlos, para guiar sus pasos, para darles
la seguridad y confianza que les permita seguir adelante, para ser refugio al que acudan cuando alguna
situación se les vuelva adversa o inmanejable.
Luego llegan la escolarización, las pijamadas, las primeras
salidas extrafamiliares, la importancia de los amigos por sobre todo lo demás.
Es que si bien a medida que los hijos crecen los padres van dejando de ser indispensables
como lo fueron al inicio de la vida, que sigan estando presentes y disponibles
es fundamental, porque sólo desde esa trama de contención, amor y cuidado
podrán desarrollarse como personas libres, autónomas, independientes y seguras.
Como padres debemos:
= cuidarlos sin inculcarles miedos, para que aprendan a cuidarse
= protegerlos sin
asfixiarlos, para que salgan el mundo sin ponerse en peligro
= amarlos sin egoísmos, para que aprendan a dar mucho amor y disfruten recibirlo
= guiarlos sin forzarlos a seguir nuestros pasos, para que hagan
su propio camino
= respetarlos en sus elecciones aunque no coincidan con nuestras
expectativas, porque no hay otro modo de reconocer la riqueza de las
diferencias
= escucharlos y acompañarlos sin condiciones, para que sepan que
siempre pueden contar con nosotros.
Publicado en revista Nacer y Crecer, octubre 2017.-
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