Padres e hijos (des)conectados

La hiperconexión tecnológica ha dejado de ser un tema circunscripto a la adolescencia. Lejos quedaron esos tiempos en que los niños jugaban en la vereda mientras las mamás miraban la novela de la tarde o preparaban la cena sabiendo que ellos se divertían sin mayores riesgos junto a sus vecinitos del barrio. Ahora los chicos eligen consolas de juego y tablet, o miran "dibus" en canales de programación infantil exclusiva 24hs y "pelis" on-demand, pasando horas ensimismados frente a una pantalla. Aun cuando están con algún amiguito la situación no cambia demasiado. Y si son un poco más grandes, a esto se suma el "celu", del que no se despegan ni un segundo.

Los padres se enojan frente a esta situación e intentan poner límites en los horarios autorizados para usar la tecnología sin demasiado éxito. Les explican de mil maneras lo mal que les hace estar todo el tiempo "conectados", tanto a nivel físico (por ejemplo a la vista) como a nivel social (por no interactuar cara a cara con otros niños) o intelectual (porque limita el desarrollo de la creatividad), y se preocupan doblemente cuando ellos siguen fijados a las pantallas sin importar lo que se les diga.

Pero qué pasa con los adultos? Cuál es el ejemplo que les damos? Los niños son observadores y perceptivos, por eso aprenden más de lo que ven que de lo que les decimos. Si nuestros actos van de la mano con nuestras palabras ellos podrán incorporar rápidamente aquello que queremos transmitirles. Pero si lo que hacemos y lo que decimos van por caminos opuestos será muy difícil que nuestro mensaje tenga repercusión. Si no somos coherentes, nuestros dichos pierden validez.

También los adultos pasamos mucho tiempo frente a la computadora o con el teléfono en la mano, argumentando que es por trabajo. Y seguramente muchas veces sea verdad, pero también debemos sincerarnos y aceptar que no siempre es así. O también sucede que nos quejamos de la hiperconexión de los chicos, pero les seguimos regalando los dispositivos de última generación que después les vamos a pedir que no usen! El doble mensaje confunde. Si preferimos que se queden "quietitos y tranquilitos" frente a alguna pantalla para que no ensucien, no desordenen o no reclamen atención, después no nos enojemos cuando son funcionales a esa pretensión.

Ver niños y hasta bebés con tablets de goma, hipnotizados por colores, sonidos y movimientos repetitivos que escapan a su voluntad deconectándolos de lo que hay alrededor, es una imagen recurrente hoy en día. Vivimos en un mundo cada vez más tecnológico y eso no es malo en sí mismo. Sólo debemos aprender dónde están los límites y enseñarles a nuestros hijos a aprovechar la tecnología disponible diferenciando el buen uso del abuso. En nuestras manos está hacer espacio a la creatividad, demostrarles que la conexión es estar con el otro, sentir, emocionarse, compartir, proponer, usar el cuerpo, disponer del tiempo y del espacio, ofreciéndoles alternativas más ligadas al descubrir que al recibir estímulos. La responsabilidad es nuestra.
 
Lic. Gabriela Nelli
Columna publicada en revista Nacer y Crecer- Agosto 2015.

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