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las edades de la independencia

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Cuando un bebé nace depende absolutamente de sus padres para subsistir, los necesita imperiosamente. La altisima demanda que representa su cuidado hace que muchas veces madres y padres estrenando función deseen que el tiempo pase de prisa, que el bebé   crezca rápido, se preguntan cuándo podrá hacer solito tal o cual cosa, cuando podrán dejar de cargarlo a upa, cuándo abandonará los pañales, o la teta, cuántas   noches más sin dormir faltarán . Así   llega el tiempo en que el bebé se desteta, empieza a comer solo, deja los pañales y además habla!, y ya no necesita ser interpretado porque tiene su propia voz. Da los primeros pasos y enseguida se suelta de las manos que lo sostienen para empezar a correr y poco a poco alejarse. Luego va al baño sólo y hasta se rehusa a ser acompañado.   En las cosas de todos los días y sin aviso previo empieza a cobrar autonomía e independencia. Los padres se sorprenden por los cambios, se alegran y celebran los logros de su hijo, se emocionan de ve

Maternidad real

Desde los medios de comunicación nos llegan diferentes tips, sugerencias, recomendaciones o recetas sobre cómo criar a nuestros hijos para vivir una vida plenamente feliz. En muchas ocasiones sentimos que realmente nos dan una buena idea, algo simple, sencillo de poner en práctica, y que no sabemos por qué no se nos había ocurrido antes. Pero otras veces sentimos que lo que estamos leyendo o escuchando no tiene nada que ver con el modo en que criamos a nuestros hijos, y nos sentimos confundidas,   culpables, o pensamos: “dicen eso porque no conocen mi realidad”, “es fácil decirlo pero cómo lo hago?”, o “ya lo intenté mil veces y no me funciona”, entonces esa información se vuelve una fórmula mágica imposible de aplicar. La realidad de la mayoría de las madres de hoy es que después de una larga jornada de trabajo llegan a casa agotadas, con muchísimas ganas de estar con los chicos pero con poca paciencia y cero energía. ¿Cómo hacen entonces para jugar con ellos, escucharlos, preg

Cuando opinan los demás...

Todas las madres primerizas hemos tenido que escuchar las variadas y contradictorias opiniones que nos brindan no sólo las personas de nuestro círculo familiar y   amigos sino también   gente desconocida, como la vendedora de un negocio, una señora que espera cerca nuestro en la cola del supermercado o cualquier otra persona que se suponga con derecho o se sienta con experiencia y autoridad suficientes como para dar consejos y opinar sobre cómo estamos criando a nuestros hijos, decir qué estamos haciendo mal y cuál es la mejor forma de hacerlo. El llanto de los bebés pone a prueba la tolerancia de los adultos y es habitual que frente a la primer señal de congoja comiencen los comentarios: “tiene hambre”, “tiene sueño”, “no le hagas upa que se va a mal acostumbrar”, “te tomó el tiempo”, “no le pasa nada, es capricho”, etcétera. Todos estos comentarios -aunque generalmente son bien intencionados- nos incomodan, nos enojan y lo más penoso es que poco a poco van anulando nuestra ca

Familias de hoy

Hasta hace un par de décadas al hablar de Familia sólo podíamos imaginarnos una mujer y un hombre unidos en matrimonio y convertidos en padres, viviendo bajo el mismo techo junto a sus hijos. Pero indefectiblemente la sociedad avanza y trae modificaciones que se ven reflejadas en su conformación, por lo que hoy la nombramos en plural, hablamos de “tipos de familias”. Poco a poco el formato de familia nuclear tradicional   va dejando de ser el único esperable y comienza a dar lugar a la llamada “familia posmoderna”, derivada de los divorcios, la disminución de la cantidad de hijos por   pareja, la resistencia a formalizar uniones, los hijos nacidos mediante reproducción asistida, subrogación de vientre, etcétera.   Así, hoy la familia se presenta en   formatos diversos: ensambladas, monoparentales, homoparentales, nucleares o de hecho, las cuales pueden además ser convivenciales o no. La legalización del divorcio fue en nuestro país el primer gran paso hacia una nueva concep

La repetición de modelos

“Me respetás porque soy tu madre!”  “Vas a aprender a contestarme bien!” “Vos a mi no me gritás!” y otras frases similares, se escuchan a menudo entre madres/padres e hijos, generalmente en tono agresivo, a los gritos y seguidas de algún insulto o hasta incluso de amenazas físicas, situación ante la cual vemos al niño en cuestión agachar la cabeza, sollozar y asumir una actitud de obediencia que responde a la expectativa del adulto, más por temor que por haber comprendido el límite. Por lo general cuando este tipo de situaciones sucede es porque el modelo de crianza de esos padres ha sido igual al que hoy ellos reproducen con sus hijos. Un modelo sin lugar para el intercambio, el acuerdo, la empatía, basado en una relación de jerarquías que se sostiene en el “respeto ciego”: se hace porque lo dice la autoridad, sin entender por qué, sin compartir razones ni mediar explicaciones lógicas. Pero es realmente eso lo que buscamos para nuestros hijos, que sean obedientes? O simplemente