Agenda extraescolar


Ingles, tenis, taekwondo, piano, danza, natación, fútbol, cerámica, maestra particular… todo después de una interminable jornada escolar completa y sumado a la tarea que allí les encarguen.  Así son la agendas de los niños de hoy, sin espacio para el ocio o el tiempo libre.
Vivimos cada vez más expuestos a un bombardeo de sobreestímulos. Niños y adultos somos partícipes de una especie de carrera donde constantemente hay que hacer más y más para llegar a quién sabe dónde. No sabemos parar, estar a solas, conectarnos con lo que nos pasa o con lo que deseamos.  Y aunque por momentos reaccionamos y podemos ver la situación con claridad, cuesta salirse del modo de funcionamiento inherente a la época que nos toca, y seguimos. Entonces nuestros hijos asumen que eso es lo natural, y hacen  lo mismo.
Otras veces sin darnos cuenta los empujamos a actuar de ese modo: nos esforzamos en ofrecerles mil alternativas de cosas para hacer, o accedemos a cada impulso exploratorio del niño y cuando descubre que no le gusta y quiere abandonar le recriminamos ser poco responsable, o le pedimos comprometerse con una actividad que no le provoca placer, alejándolo de sus intereses genuinos. Queremos que vivan su niñez pero esperamos que se comporten como adultos, que cumplan con exigencias que los desbordan tal como hacemos nosotros.
Por qué? Cada uno tendrá su respuesta más o menos válida, pero el trasfondo general radica en la dificultad para manejar el tiempo libre. Somos hábiles adaptándonos a los tiempos estructurados –tanto propios como de nuestros hijos- que ofrecen las actividades pautadas, pero no sabemos entregarnos a los momentos de ocio, nos genera más incertidumbre que placer el tiempo no reglado.
Los niños necesitan aburrirse, descubrirse en ese “no hacer nada” del tiempo sin estructurar, explorar sus capacidades, intereses y pasiones. Utilizando su imaginación, reflexionando, creando, eligiendo qué hacer y cambiando es como se conocen a sí mismos y aprenden a conducirse con mayor seguridad.  Claro que para que esto suceda necesitan del adulto, quien con su presencia disponible acompaña, guía, sostiene y genera confianza.
Es importante entonces no atiborrar las agendas de los chicos aunque nos parezca que se trate de actividades “divertidas”. Que el fin de semana sea tiempo libre de verdad, que de lunes a viernes haya al menos una tarde para compartir con amigos o para estar en casa sin plan prefijado, pero con la disponibilidad de compañía  y  contexto que posibilite el despliegue de la actividad exploratoria.

 Los hijos nos dan la posibilidad de aprender a generar tiempo libre y disfrutarlo, enseñándoles a la vez a ellos a hacerlo. Podemos empezar ofreciéndonos para el juego, ayudándolos cuando lo soliciten sin coartar su plan (aunque sepamos de antemano que el experimento no resulta), contando siempre con cartón, pinturas, papeles, telas y otros materiales valiosísimos para el despliegue de la creatividad. Aceptando que tengan ganas de no hacer nada, permitiéndoles atravesar el temido aburrimiento sin dejar de acompañarlos, para que no se convierta en una situación de frustración. Acotando las exigencias, y sobre todo, dejando que realmente sean niños.
 
Lic. Gabriela Nelli
columna publicada en la revista Nacer y Crecer, marzo 2016.-

Comentarios

Entradas populares de este blog

la angustia del 8vo mes

Padres de hoy

Familias de hoy