La ilusión de las fiestas

Noche de paz, noche de amor… cantaba mi abuela minutos antes de las doce, como llamado para que todos nos acerquemos al árbol y recibamos allí, tomados de la mano, la Navidad. Cada año de mi infancia pude disfrutar la magia de ese momento y mucho tiempo después lo recuerdo vívidamente.

Hoy los villancicos han quedado obsoletos, pero los preparativos para celebrar las Fiestas se mantienen siempre vigentes: armar el arbolito, decorar la casa, desempolvar la vajilla reservada a las ocasiones importantes, preparar un menú especial. Son fechas que representan un motivo de festejo e incitan a la unión, a la alegría, a la ilusión, aunque muchas veces  su contracara aparece con más fuerza: el stress para llegar a tiempo con todo, los brindis por compromisos laborales, las discusiones de si las pasamos con los tuyos o con los míos… situaciones que en la vorágine del día a día nos impiden discernir lo realmente importante, y así nos perdemos de disfrutar la casa decorada preciosamente para la ocasión,  la elección amorosa de cada regalo, la compañía cálida de la familia, la alegría que estas fechas generan en los más pequeños.


Todos cuando eramos niños ansiabamos la llegada de Papá Noel o de los Reyes Magos. La mayoría de nosotros podemos recordar alguna anécdota de esa época y sentir el placer de evocarla, especialmente si hoy somos los encargados de crear ese entorno de magia para nuestros hijos. Desde el momento que escribíamos la carta a Papá Noel los días se teñían de ilusión, sabíamos que habría sorpresas, que Nochebuena y Año Nuevo eran cenas diferentes a las de todos los días, con la mejor comida de mamá o las abuelas y el encuentro con parientes a los que no veíamos habitualmente pero a los que se recibía con alegría.

Los fuegos artificiales, las luces de colores, el brindis, el menú especial, los 3 deseos a las 12, estrenar los regalos recibidos junto a hermanos y primos, los abrazos y besos entre todos deseando felicidad… Cualesquiera sean los ritos y tradiciones de cada familia, mantener la ilusión, la esperanza y la magia de las Fiestas es parte muy importante de la infancia, porque alimentar la ilusión en los niños es darles tiempo para crecer, para creer,  para disfrutar sin preocupaciones,  sin forzarlos a abandonar la niñez anticipadamente. Es enseñarles el valor de la espera esperanzada, la incondicionalidad de los afectos. Los niños necesitan la fantasía y la imaginación para su desarrollo y crecimiento, porque les permite recrear todas las situaciones que desean. Un niño habilitado y estimulado para fantasear será un adulto con más capacidad de adaptación a la realidad y con más posibilidades para resolver conflictos y crear proyectos a lo largo de su vida.

Cuando festejar no es igual a alegría.

Según los diccionarios el acto de festejar se asocia a la alegría, al placer, a la reunión de muchos, a la abundancia. En la celebración se produce la reunión con otros para compartir y divertirse. Por qué entonces muchas veces, lejos de ser motivo de alegría, la reunión familiar parece ser una obligación ineludible que sólo trae malestar, recriminaciones y excusas para evitarla? Es lamentable ver cómo en ocasiones se pierde de vista la verdadera motivación del festejo haciendo foco sólo en las ocupaciones que puede generar (preparar comida, alistar la casa, comprar regalos, trasladarse a otro lugar, etcétera) o en argumentos egoístas de por qué esos momentos no son disfrutables. Y no sólo sucede en las Fiestas de fin de año, sino también en cumpleaños, aniversarios, bodas o cualquier acontecimiento que implique reunión con afectos, ya se trate de familia o amistades.

Somos seres humanos y como tales la vida en grupo nos caracteriza. Necesitamos de los otros para sobrevivir. Tenemos lenguaje, sentimientos y memoria emocional, pero muchas veces no sabemos muy bien qué hacer con eso. Pareciera que la tristeza nos aúna más fácilmente, y no dudamos en acompañar a quien sufre pero sí en reunirnos para celebrar. Es que el dolor nos iguala, y se impone  por sobre cualquier otro sentimiento. Pero en la alegría estamos más protegidos, con todos nuestros mecanismos defensivos en marcha, entonces nos acordamos de actitudes o momentos poco gratos del pasado que no logramos sanar y nos gana la sed de revancha. A veces cuesta entender que todos tenemos opiniones, estilos, recuerdos y miradas diferentes sobre las cosas de la vida, lo cual inevitablemente nos lleva a disentir. Lo importante está en decidir si hacemos de esa discrepancia un muro infranqueable, o si nos aceptamos (a nosotros mismos y a los demás) tal como somos, aprendiendo y enseñando a convivir en la diferencia.

A celebrar!

Las Fiestas representan un tiempo de encuentros, de compartir y de acercarnos a los afectos, y este es el mensaje que debemos transmitir a nuestros pequeños, para que ese momento -aunque envuelto en papeles de colores y moños brillantes- signifique algo más que juguetes nuevos. Disfrutemos recordando y reviviendo la ilusión de nuestra niñez y p
ermitamos que nuestros hijos tengan también esa posibilidad. Para eso tendremos que quitarle peso a las apariencias y a los entredichos del pasado, evitar discusiones sin sentido, actitudes movidas por el orgullo y compromisos innecesarios, haciendo prevalecer lo más importante: compartir, celebrar y mantener la ilusión, para que la armonía sea protagonista, y las Fiestas realmente sean noches de paz y amor para todos.
 

Felices Fiestas!
 
                                                                    Lic. Gabriela Nelli
                                             Nota publicada en revista digital ReCreo 7.24 - Noviembre 2015

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