La importancia de comer en familia
La
mesa familiar es un rito que comenzó a perderse desde que la tecnología entró al
hogar. La serie de moda en el televisor y el celular encendido al lado del
plato, hoy en día forman parte de la escena familiar a la hora de comer. Es
responsabilidad de los adultos recuperar la tradición y hacer de la reunión en
la mesa un lugar interesante para los hijos.
Quienes
tenemos niños sabemos que reunirnos todos en la mesa a la hora de la comida no
siempre es tarea sencilla y mucho menos lograr que sea un momento de calma y
armonía. Pero saber algunas cosas de antemano, ayuda a que las tensiones a la
hora de comer disminuyan y así poco a poco todos logremos disfrutar de ese
momento de encuentro familiar. Aquí van algunas ideas prácticas:
·
Planificá
con anticipación qué van a comer. Intentá tener la comida ya lista o los
ingredientes necesarios para prepararla antes de llegar con los niños.
·
Hace
participar a toda la familia. Juntos pueden preparar la comida, servir y
después levantar la mesa. A los chicos les encanta participar y es más probable
que prueben nuevos alimentos si ayudan a prepararlos.
·
Asegurate
que el televisor permanezca apagado
durante la comida, así todos podrán prestar la atención necesaria a lo que cada
uno tiene para contar.
·
El
desayuno y la cena suelen ser los mejores momentos para compartir la mesa,
aunque esto dependerá de la dinámica de cada familia. A la mañana se puede
compartir el plan del día y a la noche los comentarios de cómo les ha ido y qué
han hecho.
·
Alentá
a los más pequeños a participar en las conversaciones haciéndoles saber que te
interesa lo que ellos hicieron en casa o en el jardín, lo que piensan y
sienten.
·
Si
en casa hay bebés, que por sus horarios de alimentación no pueden esperar a que
estén todos para comer, es bueno darles su comida antes, así están tranquilos y
pueden luego compartir la mesa familiar, ya sea a upa o en su sillita.
·
Tené
en cuenta que los más chicos manipulan la comida, la tiran, se la llevan a la
boca con las manos y difícilmente se mantienen mucho tiempo quietos en la
silla. No permitas que estos comportamientos alteren la armonía del momento de
comer, ya que son conductas adaptativas normales del desarrollo infantil.
·
No
utilices comparaciones, sobornos ni castigos relativos a la comida. Comentarios
del tipo “mirá lo bien que come tu
hermano”,“si comés los zapallitos te compro las figus que querías”, “si no
terminás el plato no hay postre” contaminan las relaciones y confunden la
importancia del aporte nutricional.
Compartir
la mesa es siempre un buen plan familiar cotidiano. Aunque cueste conciliar los
horarios es importante que tengamos un tiempo al acabar la jornada para
conversar de lo que cada uno ha hecho durante el día. Por más pequeños que sean
nuestros hijos es importante que compartan la mesa. Muchas veces no tomamos
conciencia de que un acto tan rutinario pueda ayudar a construir la
personalidad de los niños. Es que comer en familia es un modo de intercambiar
afectos y modos de convivencia. El compartir a diario ese momento nos permite
conocer lo que piensan, sienten y hacen nuestros hijos, así como sus problemas
y sus logros. Además fortalece los vínculos amorosos, mejorando las relaciones
y la salud emocional de todos.
El
tiempo juntos en la mesa brinda la oportunidad de tener conversaciones
importantes, contar historias, compartir experiencias, aprender buenos modales
y sobretodo, aprender a expresar pensamientos y sentimientos. Es importante
evitar sermones o retos a nuestros hijos a la hora de comer, para eso se
buscarán espacios más íntimos. El hábito de sentarse a la mesa en familia tiene un valor agregado
trascendente: la comunicación. Aprender a escuchar a los demás y expresar
nuestros sentimientos, mantener conversaciones positivas, mostrar interés por
lo que comparten los otros y participar de la preparación de los alimentos,
pueden convertir la hora de la comida en un encuentro entretenido, que resulte
valioso para todos y que ayude a los niños a establecer una relación positiva
con la comida.
Nota publicada en revista Nacer y Crecer - noviembre 2013
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