El miedo a las vacunas
Casi todos los niños atraviesan
una serie de etapas en las que sienten miedo ante determinadas situaciones u
objetos. Hay miedos universales presentes en el desarrollo normal de todo niño,
que al igual que aparecen, también desaparecen espontáneamente a medida que el
chico va adquiriendo experiencia respecto a ellos, porque los temores infantiles
funcionan como señal de alerta ante la proximidad de lo que es vivido como peligroso, de allí su carácter defensivo.
El abanico de miedos
posibles es amplio y va variando de
acuerdo a la etapa evolutiva que el niño esté atravesando. Siendo bebés los temores serán
irracionales, más ligados a sensaciones o a la percepción del miedo o el
malestar de los padres (que son sus figuras de referencia). A medida que crecen,
los temores van tomando consistencia y se hacen cada vez más concretos: a los extraños, a la
oscuridad, a estar solos, a los ruidos fuertes, a las tormentas, a los
animales, fantasmas, monstruos, brujas o personajes de cuentos, y en esta lista
también se incluye el miedo a las vacunas, a las inyecciones y al médico.
Como padres deseamos poner a nuestros hijos a salvo de cualquier sufrimiento
o experiencia desagradable, pero el hecho de que los temores infantiles sean
universales hace que no podamos evitarlos. Lo que sí podemos evitar
es transmitirles miedos propios y reforzar los suyos mediante castigos o
amenazas. No olvidemos que los niños tienen una alta sensibilidad a la reacción
emocional de sus figuras de referencia (mamá, papá, cuidadores) -cuanto más
pequeños son mayor es su capacidad perceptiva-
por lo que tenderán a internalizar como natural la reacción que observen
de ellos ante situaciones de incertidumbre o ansiedad.
Las primeras vacunas
normalmente generan mayor malestar en los padres que en los bebés, ya que ellos
aún no tienen la capacidad de comprender objetivamente la situación. El
pinchazo en la piel sensible del bebé recién nacido puede parecer mucho más terrible
de lo que realmente es, de hecho es frecuente que los más pequeños no lloren o
incluso puedan recibir la vacuna dormidos sin alterar su sueño. Es fundamental entonces, por el bienestar de los niños, que la actitud de
los padres hacia el momento de la vacunación sea lo más racional posible, que
esten relajados para transmitirles la seguridad que necesitan, entendiendo que
la situación de vacunación no tiene por qué ser un hecho traumático.
Algunas condiciones básicas para
la tranquilidad de los padres:
=Tener confianza en el
vacunatorio y en los profesionales que atenderán al niño
=Conocer para qué sirven
las vacunas que se aplicarán y cuáles son los posibles efectos adversos
=Elegir un día sin mayores
compromisos para ir al vacunatorio con tiempo, asi pueden acompañar a sus hijos en ese momento
sin apurones para llegar o para irse
=Ir ambos padres o uno de
los dos con alguien más que lo acompañe, así si la situación resulta
angustiante para la mamá o el papá hay otro adulto que pueda contener al niño,
fundamentalmente en las primeras vacunas
Para tener en cuenta antes,
durante y después de la vacunación:
=No amenazar a los niños
con inyecciones como medida de castigo, eso les inculcará temor y generará gran
ansiedad al momento de vacunarse. Hay que explicarles en un lenguaje acorde a
su edad que las vacunas son para protegerlos de enfermedades, que es sólo un
momento corto que puede provocarle algo de dolor pero que el beneficio es más
importante.
=Ensayar el procedimiento en casa con un muñeco o jugando a
que ustedes son vacunados, ayudará al niño a comprender en qué consiste y qué es lo que
sucederá cuando llegue el momento de ir al vacunatorio.
=Nunca llevar al niño
engañado, haciéndole creer que va a otro lugar o diciéndole que no habrá
agujas. Lejos de bajar la ansiedad, esto minará la confianza en sus padres y en
los médicos, haciéndolo sentir peor. Hay que decirles la verdad y aclararles
que los estaremos acompañando en todo momento.
=De ser posible, que el
niño elija en qué brazo prefiere recibir el pinchazo, si quiere o no tomar tu
mano, que bandita adhesiva se le pondrá después. Estas pequeñas decisiones lo
ayudarán a sentir que tiene parte del control de la situación.
=Mantener la calma. Si
estamos nerviosos o intranquilos, aunque no digamos nada, los gestos, la
tensión corporal, el tono de voz, son percibidos por los niños como indicadores
de que algo no está bien o es amenazante para ellos: “Si mamá y papá están
al mando y algo está mal para ellos, entonces algo está mal para mí...”.
=En lugar de decirle “pobrecito” o “no mires que ya pasa” mientras le aplican la vacuna, además de
tenerlo a upa y abrazarlo, podes cantarle una canción que le guste, contarle un
cuento o mostrarle dibujos que generalmente hay en los consultorios, así lo
ayudas a quitar la atención de la jeringa y a sentirse más seguro.
=Nunca menosprecies el
temor o el dolor que pueda sentir el niño ni hagas comentarios negativos sobre
su miedo, como “si no es nada”, “no te hagas el tonto”, “qué van a pensar los demás de vos”, “tu hermano fue más valiente” o “mira ese nene es más chiquito y no llora y
se porta mucho mejor que vos”.
Minimizar los temores o ridiculizarlos no llevará a que pueda superarlos sino
más bien a vivenciar un sufrimiento mayor, dejándole una impresión negativa de
la situación para futuras experiencias.
=Al salir del vacunatorio
escucha lo que tu hijo tenga para decir. Es fundamental que pueda externalizar
sus sentimientos y sentirse comprendido. Elogialo por su actitud frente a la
situación, no importa cuánto haya llorado. Lo importante es que afrontó la
situación y se dejó aplicar la vacuna. También puede ser recompensado con un
helado, un paseo o algo que elija y le de placer.
Lic. Mariela Lopardo y Lic. Gabriela Nelli para newsletter de Vacunar, enero 2015.-
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