CRIAR EN TIEMPOS DE CORONAVIRUS


Nos toca una etapa complicada en lo que a salud pública respecta.
Coronavirus -y en menor medida dengue- de pronto se transformaron en palabras cotidianas que escuchamos, leemos, decimos y repetimos sin cesar. Y sí, es cierto, hay que tener cuidado y preservarse, pero cómo hacemos para transmitir toda la información que nos llega día a día a los chicos sin asustarlos? Cómo hacemos para procesarla nosotros como adultos, siendo que nos encontramos ante un hecho impensado, novedoso y desconocido que afecta al mundo entero, y nos deja entonces sin parámetros que sirvan de referencia?
La cantidad y diversidad de información que circula es abrumadora, y muy poco alentadora además. Muchas personas quedan atrapadas entre datos e imágenes que envuelven sus dia a dia encerrados en casa, haciéndolos sentir cada vez más vulnerables y atemorizados. Cómo acotar esto? Cómo preservar nuestra salud psíquica ante esta situación?



Como adultos responsables de sostener la cotidianeidad familiar, lo primero será establecer normas y rutinas, con un grado de flexibilidad mayor al habitual que evite generar conflictos innecesarios, teniendo en cuenta que todos estamos en un proceso de adaptación express a un cambio radical en nuestros modos de vida. Cada familia se adecuará según sus estilos e intereses, pero es importante para todos crear tiempos y espacios que permitan llevar adelante las actividades de cada uno de la manera más similar posible a la habitual pre cuarentena. En cuanto a la información, es fundamental estar actualizado, pero asegurándonos que la fuente sea confiable y objetiva, sin exponernos al bombardeo constante de datos.


Respecto a los niños, lo primero a tener en claro es que el objetivo es PREVENIR, que los chicos aprendan a cuidarse y a cuidar a los demás, lo cual es muy distinto a atemorizar. Por ejemplo: cuando nuestro hijo tiene la edad para soltarse de nuestra mano y avizoramos que pronto cruzara solo la calle, no le decimos “Veni acá que te va a pisar un auto!” sino que le enseñamos porqué debe ir de la mano y qué cuidados tendrá que incorporar para dejar de hacerlo (detenerse en las esquinas, mirar a ambos lados de la calle, observar los semáforos, nunca pararse en mitad de la calle, cruzar siempre sobre la senda peatonal, etc).
Lo mismo sucede con el coronavirus: no lo transformemos en una amenaza o elemento de coerción. Enseñemos a los niños de qué se trata la enfermedad y cómo cuidarse, sin asustar y sin asustarnos, porque lo que vean que nos pasa a los adultos con el tema será lo que incorporen con más facilidad, más allá del mensaje verbal que les demos.


Hay hábitos que tendremos que incorporar y otros que tendremos que reforzar. Higienizarse bien las manos periódicamente, usar repelente, toser y estornudar sobre pañuelos descartables, no compartir vasos ni cubiertos, quedarnos en casa mientras esa sea la recomendación de los especialistas, y consultar con un profesional de la salud si tenemos los síntomas descritos por los médicos.
Se trata de educar para la salud, de aprender a cuidarnos y a cuidar a los demás. Sin miedos, sin prejuicios y sin especulaciones. Que nuestros hijos aprendan la importancia de autopreservarse y de resguardar también a quienes los rodean. Es un modo de que el encierro no nos deje en soledad. Construir redes y fortalecer las existentes nos hace sentir más acompañados y fuertes ante tanto desasosiego. Vivimos en sociedad y nos necesitamos unos a otros.

Es tiempo de apelar a la creatividad, de jugar, de contener y acompañar.

Con cuidado y sin temor, resguardándonos entre todos, que el miedo puede ser muy contagioso, y la solidaridad trasciende fronteras, soledades y pandemias.





Lic. Gabriela Nelli

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