Hora de Dormir...
Muchas
veces la hora de ir a la cama es uno de los momentos más difíciles del día.
Nuestros niños se resisten a dormirse y a nosotros nos invade el cansancio. O
bien todos en casa dormimos tranquilamente, hasta que en mitad de la noche se
escucha el llamado de los más pequeños. Por qué se despiertan? Por qué no
quieren ir a dormir? Qué podemos hacer?
Si
conocemos algunas particularidades del sueño infantil, podremos abordar ciertas
situaciones con más calma. En primer lugar hay que tener en cuenta que el tiempo de descanso que cada niño
necesita varía según su edad, sus costumbres, sus ritmos, su estado de salud y
el ambiente en el que vive. Todos, desde muy pequeños, tenemos nuestro
propio "reloj", encargado de regular los periodos de sueño y vigilia; su “puesta en marcha y ajuste” dependerá del proceso
madurativo y la asimilación gradual de los hábitos.
Los
tiempos promedio de sueño se van haciendo más cortos a medida que el bebé
crece. Por ejemplo, los recién nacidos
hasta el tercer mes, necesitan de 16 a 18 horas de sueño diario. Ya desde el sexto mes, requieren
alrededor de 14 horas diarias (repartidas entre sueño nocturno y siestas), estabilizándose
así hasta los 2 años de vida, cuando pasan a necesitar alrededor de 12 horas de
sueño, y la siesta se acorta. Entre los 5 y 7 años dormirán 10 horas, y hacia
los 9 años empezarán a dormir entre 8 y
9 horas diarias, proporción que se mantendrá hasta la adultez.
Cuando
los niños son más grandecitos y ya pueden expresarse verbalmente, es más fácil
enterarnos qué les sucede: temen a la oscuridad, quieren estar más tiempo con
mamá y papá porque no los vieron en todo el día, necesitan un cuento o una
canción que los relaje, no se sienten bien o tienen pesadillas. Incluso pueden
levantarse e ir por sí solos hasta el cuarto de los padres.
Pero
los bebés no cuentan con esas posibilidades, así que habrá que apelar a la
observación, la intuición y la capacidad empática. Ellos se despiertan por múltiples
razones: tienen hambre, necesitan estar a upa, sienten frío o calor, precisan
un cambio de pañales, tienen alguna molestia o dolor corporal, quieren estar
con mamá. El llanto será el llamado instintivo para procurarse alimento, brazos, calor, presencia, seguridad. Y allí debemos estar
prestando el cuerpo, decodificando sus necesidades, descubriendo qué cosas le
permiten recobrar la calma. Los bebés no tienen la capacidad de “hacer
caprichos”, “tomarnos el tiempo” o “aprovecharse”. Simplemente les resulta
intolerable el displacer y no tienen elementos para calmarse por sí mismos o
entender que deben esperar. Sus necesidades son urgentes e imperiosas, por eso
tenemos que acudir enseguida a su llamado. Así se sentirán seguros para
recobrar el sueño, y dormirán tranquilos sabiendo que mamá o papá están cerca y
disponibles.
Los bebés pueden
dormir en su cuna dentro nuestra habitación, en nuestra cama o en una cuna
adosada a la misma (colecho), o en otra habitación cuando hayan pasado los
primeros meses de vida. Cualquiera sea la opción elegida, construir un sólido
vínculo de apego, y sobre esa base sostener hábitos claros y saludables, es la
herramienta más eficaz para lograr un buen dormir.
Establecer una
rutina de alimentación e higiene, disponer un ambiente propicio para el sueño
(temperatura agradable, luz tenue, silencio o música suave, pañal seco, ropa
cómoda), mantener un horario estable para ir a dormir, son algunas pautas
básicas importantes para que la hora de ir a la cama no represente un problema.
Que nuestro bebé
nos reclame durante la noche no es una patología; es un signo de vitalidad y
salud. Llora defensiva e instintivamente, porque algo le pasa y necesita
sentirse seguro en nuestros brazos. Acudir a su llamado le evita sufrimiento
actual y futuro. Sobre esa base de
confianza y presencia podrá ir acomodando gradualmente sus ciclos de sueño /
vigilia.
Dependiendo de la
edad de nuestros hijos, podemos aprovechar el final del día para disfrutar un
momento de conexión especial con ellos: leerles un cuento, contarles una
historia o una anécdota alegre, cantarles una canción, acariciarlos en un
arrullo, acunarlos en nuestros brazos, son modos de transmitirles contacto,
sostén, seguridad, amor, haciendo del dormir un momento placentero.
Lic. Gabriela
Nelli
Lic. Mariela
Lopardo
NOTA PUBLICADA EN
LA REVISTA NACER Y CRECER DEL MES DE MAYO DE 2013
Comentarios
Publicar un comentario